¿Amas a tus hermanos indiscriminadamente o solo a un grupito?




Por Sugel Michelen
En 1P. 1:22-23, y en muchos otros pasajes del Nuevo Testamento, se nos exhorta a amarnos unos a otros. No a un pequeño grupo en la iglesia, o solamente a aquellos que me agradan o con los cuales comparto algunos intereses humanos (clase social, económica, afinidad de temperamento, de gustos). No. El texto dice simple y llanamente: “Amaos unos a otros”.

Eso no significa que un creyente no pueda tener amigos en la iglesia con los cuales desarrolle una intimidad que no tiene con los demás. El Señor tuvo amigos íntimos y lo mismo vemos en la vida de Pablo y de otros siervos de Dios. No hay nada de malo en tener amigos.

Pero a la hora de ayudar al necesitado, de poner mis dones en operación, a la hora de cumplir con todos los deberes que encontramos en el NT de orar unos por otros, exhortarse unos a otros, servirse unos a otros, amonestarse unos a otros, llevar las cargas los unos de los otros, saludarse unos a otros, el criterio ha de ser el amor fraternal, el hecho de que pertenecemos a una familia.

No podemos ser indiferentes a las necesidades de nuestros hermanos, sea que pertenezcan o no a nuestro círculo de intimidad. El amor del que se habla en el NT es un amor de cristianos para todos los cristianos. Yo se que en la práctica vamos a estar más concientes de las necesidades de aquellos que tenemos más cerca. Esa es una realidad que no podemos obviar. Pero eso no debe servirnos de excusa para desentendernos de aquellos hermanos que no tenemos tan cerca en la iglesia.

Por el contrario, eso debe movernos a involucrarnos más profundamente con los demás miembros de la congregación para conocer sus necesidades y ver si hay alguna manera en que nosotros podemos suplirlas.

Por eso es tan importante que asistamos regularmente a los cultos de oración, porque es allí mayormente donde nos enteramos de lo que está ocurriendo en la iglesia, más allá del círculo de nuestros amigos. Por eso es que debemos hacer el esfuerzo de interactuar con todos en la iglesia y no limitarnos siempre al mismo grupo de hermanos.

Recuerden que somos miembros los unos de los otros, no simplemente de un grupito aquí y otro grupito allá. El Señor nos ha colocado en un cuerpo particular de creyentes y nos ha dado dones y capacidades para beneficio de ese cuerpo. Y es en la interacción amorosa de unos con otros que este cuerpo crecerá y se fortalecerá (comp. Ef. 4:11-16).

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